miércoles, 21 de mayo de 2014

REFORMAS ECONÓMICAS DE AUGUSTO


Busto de Augusto con corona cívica
Las reformas económicas que Augusto implantó en Roma tuvieron un gran impacto sobre el éxito posterior del Imperio romano. Augusto hizo que una gran porción del terreno sobre el que se había extendido el Imperio romano pasase a estar bajo control e imposición directa de Roma, en lugar de extraer una cifra variable, intermitente y en cierto modo arbitraria de impuestos de cada provincia local, como había ocurrido hasta entonces. 

La reforma incrementó enormemente la cifra neta de ingresos que Roma percibía de sus nuevos territorios, estabilizando el flujo y regularizando la relación financiera entre Roma y las provincias, en lugar de provocar resentimientos continuos ante cada nueva exacción de tributos. Las cifras impositivas durante el reinado de Augusto se determinaban por el censo de población, con cuotas fijas para cada provincia en función del número de habitantes. Los ciudadanos de Roma y de Italia pagaban impuestos indirectos, mientras que las provincias debían pagar impuestos directos a Roma. Entre los impuestos indirectos se contemplaba un impuesto del 4% sobre el precio de los esclavos y un 1% sobre los bienes vendidos en subasta, así como un impuesto de sucesiones del 5% sobre aquellas herencias cuyo valor fuese mayor de 100.000 sestercios y siempre que el parentesco entre el causante y el heredero no fuese de primer grado.

Otra reforma de gran importancia fue la abolición del sistema privado de recolección de impuestos que ejercían los publicanos,  que sería reemplazado por un servicio público de carácter funcionarial de recolectores de impuestos. En la era republicana el sistema habitual había sido el de los publicanos, contratistas privados que habían llegado a tener suficiente poder como para influir en la política de Roma. Los publicanos habían ganado muy mala fama y una gran fortuna personal gracias a la adjudicación de los derechos de recaudación de impuestos en áreas locales. Roma, a través del sistema de subasta, otorgaba el derecho de recaudación de impuestos a la persona que más ingresos ofreciese a Roma, y el beneficio del publicano se basaba en todas aquellas cantidades que fuese capaz de recaudar por encima de la cifra ofertada, contando para ello con la bendición de la metrópolis. La falta de una supervisión efectiva, combinada con el deseo de los publicanos de maximizar sus beneficios, supuso la creación de un sistema de exacciones arbitrarias que a menudo era muy cruel con los contribuyentes. Era un sistema ampliamente percibido como injusto, y muy dañino para la economía.

Áureos con Marco Antonio (izda) y Octaviano (dcha). Segundo Triunvirato
 Además, la conquista de Egipto por Augusto   supuso una nueva fuente de ingresos para financiar las operaciones del Imperio romano. Dado que políticamente la región fue considerada como una propiedad privada de Augusto en lugar de una provincia del Imperio romano, se convirtió en parte del patrimonio de los futuros emperadores. En lugar de a un legado o a un procónsul, Augusto colocó como administrador de Egipto a un prefecto de la clase ecuestre con la misión de administrar Egipto y mantener sus lucrativos puertos. Este puesto se convirtió en el mayor logro político que podía alcanzar alguien de la clase ecuestre, aparte del de Prefecto del pretorio. Esta tierra de gran productividad aportó enormes recursos a Augusto y a sus sucesores, con los que pudieron financiar obras públicas y expediciones militares, además de “pan y circo” para el pueblo de Roma.